Gay, esa es la palabra. Tres letras en inglés. Los defensores a ultranza del español solo dirían: homosexual. Sin embrago, para muchos en la sociedad tiene la misma connotación: marica o maricón. Entiéndase para algunos una verdadera aberración social en el mundo. Con honestidad no significa nada, por ahora, para mí
"esa desviada percepción que tienen de nosotros". Me preocupa más la experiencia del día de hoy. No es muy agradable conocer a un hermoso chico joven de piel blanca y ojos de avellana justo en el mismo lugar donde uno de tús amantes se encuentra, y por si fuera poco, que ambos comienzan a firtear entre ellos dos.
El cuento parece largo, pero todo ocurrió en fracción de minutos. Los dos se acariciaban. El que fué o es, aún no sé como señalarlo, mi amante acariciaba freneticamente al chicuelo, mientras yo solo quería plantarle "el beso" al jóven gay. Sin embargo, el frenesí de ambos pronto culmino. Aproveche para seducir al joven, como podía le escribía en mi celular mensajes de texto, lo instaba a permitirme tocarlo. ¡Mala noche!. Por más que colocaba la piel de mis manos sobre la piel de sus piernas, parecía estar frente a un confuso monolito de granito. Luego observé en las rendijas de la puerta varias manos, el chico y otros chicos acariciándose, eso no me importo mucho, pero pronto en la rendija, vi para sorpresa mía, otro rostro conocido y por mucho tiempo deseado, un hombre sin nombre, pues aunque hemos compartido en tres oportunidades intimidad, nunca he sabido su nombre.
Todos, incluidos el chico que me gustaba, estaban embelasados con él. Yo lo que sentía era una sensación de impotencia, mi mente dejó de centrarse en el chico para fijarse en ese ser masculino añorado, y solo encontrado en ocaciones esporádicas. Me salí del sitio donde estaban y me fuí lejos. No sin antes mirar el espejo. El espejo. El reflejo de la realidad. La realidad que llevó años tapando con horas excesivas de trabajo, con proactividad en demasia, por no decir con cierto toque de demencia.
Es duro darse cuenta, dejar que el conciente trabaje y acorralé al subconciente, dejando a la luz el sencillo problema de esta corta narración. El problema fue que en un principio lo que yo anhelaba y no me permití fué besar al chico, experimentar lo que pocas veces he hecho y me han hecho: besar. Esos labios no los pude tocar porque me centre más en el gran pene blanco, y no en el acto afectivo. Y con aquel hombre sin nombre, lo que quería y he querido es que fuese mío, solo mío, porque aunque físicamente está muy bueno (eso trae algunos problemas), lo que instintivamente busco es a un compañero afectivo. Es decir novio. Es decir esposo. Es decir pareja.
Tengo 34 años. No soy nuevo en el mundo gay. Comencé mi travesía probablemente a los 19 (ojo no me refiero ni remotamente al sexo, me refiero a asumirme concientemente como homosexual). A estar conciente de que me puedo enamorar o amar a un hombre. Sentimiento que he experimentado en muchas ocasiones, de hecho cuando decidí asumirme (¡oh que profunda expresión!) lo hice por él, por Alexis Daniel HH, quizás el primer hombre "real" del que me sentí enamorado, tan real que nunca me atreví a decirsélo, alguien diría: un pedazo de amor platónico.
Ese amor platónico me impulso a los 19 años a buscar mi identidad en un grupo activista pro gay. Alexis Daniel HH es gay, eso fué lo que hizo que buscasé adentrarme a mi propia orientación sexual. Me gustaba. Sin embargo, desde donde lo observaba, me percataba que sencillamente era tan gay como yo. Solo que yo hasta esa edad no lo asumía. Lo tenía como un pensamiento etereo, nada que me perturbase demasiado, hasta conocerlo a él. ¿Qué que tiene que ver el relato descrito al principio?.
Mucho, porque desde ese lejano instante, solo me he dado a la tarea de no involucrarme afectivamente, de autosabotearme, de no permitir el acceso a otro hombre a mi propia intimidad como ser humano. Solo ha conectarme sexualmente. Está noche luego de la experiencia con el joven chico, con mi amante que ya no es tan amante y con el hombre sin nombre que algunas noches añoro, decidí comenzar a relatar en este blog, lo que el espejo realmente refleja, es decir, dejar publicamente por escrito las caídas y subidas, lo que con el desarrollo de mi identidad afectiva he descubierto sobre mí. Saben hace meses atrás el problema era que no tenía fortuna afectiva, de un tiempo para acá, se que si la he tenido y solo la había bloqueado mentalmente porque realmente YO no he permitido afectos, solo amputaciones constantes, nocivas y alevosas contra mi mismo.
Mañana quisiera ir a esperarlo, al hombre sin nombre, para por lo menos por medio del sexo llenar lo que no se llena, el afecto. He allí lo que en las próximas entradas he de narrar si lo he de buscar o por fin concentro mi tiempo y mis energías a cultivar esa afectividad casí inerte. Ojala solo fuese el hombre sin nombre, pero es que hay tantos como yo que con el sexo creen satisfacer al corazón. Digo esto porque cada día encuentro a muchos o los busco donde yo sé encontrarlos para por unos instantes sentir algo de vida. ¿Que tonto no?. Mi segunda psicológa me dijo algo así como que busco por medio del sexo el afecto. Y ojala fuese sexo en todo el sentido de la palabra pero es que a veces es sencillamente una mutua masturbación...y ya. Tan efímero como la misma relación: express y sin compromiso alguno.